Desde pequeña, siempre he sentido una fuerte inclinación por las manualidades y el trabajo con las manos, una pasión que me ha transmitido mi padre, quien es pintor, dibujante y escultor. La creatividad y la precisión en los detalles han formado parte de mi vida desde mis primeros años, especialmente durante los largos veranos que pasaba con mis abuelos en el campo. Ahí, rodeada de naturaleza y serenidad, descubrí el placer de crear y el valor de ayudar a los demás en el día a día.

Mi curiosidad por el bienestar y el crecimiento personal me llevó a entrar en el mundo de los masajes, buscando no solo mejorar mi salud física, sino también profundizar en mis emociones y lograr un estilo de vida más equilibrado. Desde siempre he sentido una conexión especial con la filosofía oriental, lo que me inspiró a formarme en técnicas que unieran cuerpo y espíritu. Este interés me llevó a especializarme en el masaje tailandés, el quiromasaje y la reflexología tailandesa, disciplinas que aplico con el objetivo de facilitar el bienestar y el autoconocimiento en quienes confían en mis manos.

A través de mis masajes, busco que las personas puedan observar sus molestias desde otros ángulos, ofreciéndoles una perspectiva diferente sobre su propio cuerpo y su vida. Creo profundamente que cambiar el enfoque puede ser el primer paso hacia la transformación y la sanación. Cada sesión es una invitación a redescubrirse, a conectar con el cuerpo y a encontrar la paz en los pequeños detalles de cada día.